En República Dominicana, la calidad del agua potable suministrada por la red pública no cumple con los estándares necesarios para ser considerada segura para el consumo humano. Las embotelladoras han derivado en una industria de gran tamaño, que alcanza un crecimiento anual promedio de 6.4% y superior a los 1.6 millones de pesos.
Esta realidad ha llevado a la población a depender de empresas privadas que se dedican a la purificación y distribución de agua embotellada como una alternativa confiable. Julio Quezada, presidente de la Asociación Dominicana de Procesadores de Agua Purificada (Asoproagua), describe la industria local como “amplia, dinámica y estable”, destacando que crece constantemente debido a la desconfianza de los consumidores en el agua suministrada por el Estado.
De acuerdo con datos suministrados a Diario Libre por el Ministerio de Salud Pública, unas 194 empresas embotelladoras cuentan con registros sanitarios, con un fuerte énfasis en Santo Domingo, donde se concentran 60, y el Distrito Nacional y Santiago, ambas con 12.