La epidemia de los padres que fueron malos estudiantes o cuando el que piensa es apedreado

La epidemia de los padres que fueron malos estudiantes o cuando el que piensa es apedreado


Por Randolfo Ariostto Jiménez.

Mao,  Valverde; 26/1/2025.

 

“La palabra 'idiota' viene del griego διτης iditēs y originalmente no era un adjetivo irrespetuoso, despectivo ni insultante… como los griegos valoraban mucho la participación cívica, reconociendo que sin ella la democracia colapsaba, se esperaba que todos los ciudadanos estuvieran interesados, y versados, ​​en los asuntos públicos. O sea, que no fueran idiotas… Quien no contribuía en los debates, declaró Pericles, el gran estadista de Atenas, era considerado "no como falto de ambición sino como absolutamente inútil… Con el tiempo, iditēs comenzó a adquirir una connotación negativa, y a transformarse en un término de reproche y desdén….” (Ventura, Dalia; 2023)1. Es en ese contexto que los sofistas, luego Socrátes con Platón y más tarde Aristóteles contribuyeron al desarrollo del pensamiento, sobre todo, por el interés del ciudadano de no parecer idiota en público y, tras varios siglos de oscurantismo medieval, una pléyade de artistas y pensadores trajeron de vuelta el arte y humanismo greco-latino en el renacimiento.     

Las diferencias entre el pensamiento medieval y el renacimiento son palpables y pese a que el protagonismo religioso constituyó  el sello distintivo de la época, no es posible acusar de idiota al ciudadano del medioevo. El Renacimiento se caracterizó por una mentalidad humanista en tanto que el medioevo prohijó el capitalismo; en aquel se dio el regreso del interés por la cultura clásica, este se caracterizó por obstaculizar el conocimiento; y es que mientras en uno se produjo el descubrimiento de América, en el otro se mantuvo sin instrucción a los sectores populares; de un lado se dio el fin de la reconquista y del otro la cultura europea estaba dominada por la religión; en el Renacimiento ascendió la burguesía, en el Medioevo se impusieron la fe y los valores dogmáticos; en aquel se produjo un cambio en la literatura que se centró en el ser humano y en influencias clásicas mientras en este la literatura se acogió a la mística. Como  se ve, ni siquiera el ciudadano del medioevo merece la categoría de idiota puesto que nunca se desvinculó del quehacer político ni fue imposibilitado de ejercer una ciudadanía consciente; por lo que cualquier viso de idiotez en el ciudadano de hoy lo situaría en una vuelta de tuerca muy atrás del oscurantismo, específicamente en épocas de la barbarie pre sofística. Tamaño retroceso.

 

A principio del siglo XX, los psicólogos franceses Alfred Binet (Niza, 8 de julio de 1857-París, 18 de octubre de 1911) y Theodore Simon (Dijon, 10 de julio de 1872 - París, 1961) crearon la primera prueba de inteligencia moderna, que calculaba el coeficiente intelectual en función de si los niños podían realizar tareas como señalarse la nariz y contar centavos…Cualquiera con un coeficiente intelectual superior a 70 se consideraba "normal", y con más de 130, "superdotado"…Para tratar con personas con CI menor de 70, inventaron una nomenclatura…Un adulto con una edad mental menor de 3 años fue etiquetado como “idiota”; entre 3 y 7, de “imbécil”; y entre 7 y 10, de “débil mental”…"Idiota" se convirtió entonces en un término técnico usado en contextos legales y psiquiátricos”. (Ventura, Dalia; 2023).

Si sacamos al sol del mediodía cualquiera de las inconductas actualmente en boga, desnudaremos un ciudadano que más allá de su falta de compromiso con el accionar político del país, raya en niveles de pensamiento que lo colocan por debajo de la línea de los 3 años de edad, baste el  modo en el que cualquier joven, adulto e incluso personas bien entradas en la madurez son incapaces de aceptar con buen talante un concejo que le pueda librar de exhibir falta de decoro. Y es peor, porque si un día cualquiera se te ocurre aconsejar a un fulano con palabras como: “no deberías picarte la nariz con los dedos mientras comes pollo frito con las manos”, este se ofenderá en lo más hondo y cada vez que te vea repetirá su falta de higiene, con el pretexto de hacerlo a posta, pese a ser el único perjudicado. Lo mismo aplica a la contaminación auditiva en zonas residenciales, el humo y el ruido de los vehículos de motor, la música obscena, la conducta sexual explícita y vestimentas que promueven el nudismo. Antes señalabas la luna con el índice y preguntabas, ¿qué es ese círculo brillante en el cielo? y el idiota respondía: un dedo; y solo afectaba su desarrollo personal y el de su familia; ahora le señalas la luna y te lanza una andanada de piedras porque, según él, has herido sus sentimientos y te odia por eso. ¡Cuánta sangre de científicos quemada en la hoguera del facilismo contemporáneo!

La libertad es el don de saber vivir, el libertinaje es la moral de los cerdos.

En el pasado reciente, hablo de la generación X, tuvimos grandes intelectuales hijos de padres analfabetas, quienes pese a su falta de instrucción académica mostraban un respeto denodado hacia los educadores. Hoy, cuando el conocimiento llueve en la internet y el fin del analfabetismo es cacareado en los medios de comunicación, heredamos en los centro educativos a muchos estudiantes hijos de padres que no fueron analfabetas pero sí malos estudiantes, de ahí proviene la debacle, incluida la incultura del bullying, copiada del sistema estadounidense y servida en las pantalla de la televisión y el cine, que permeo la mentes de finales del siglo pasado y del nuevo milenio. El padre que fue un estudiante descuidado, resistente a la disciplina del maestro, es adverso a que le fastidien sus hijos con peroratas que no lo ayudarán a ganar dinero; ”no me traumatices a mi niño como lo hiciste conmigo”, traslucen entre líneas sus ataques a los reclamos de aumento del maestro y a la arbitrariedad de querer que su niñito se mate estudiando como un “ñoño”. Para estos padres, mejores pensadores de la  educación que Rousseau y Freire y mejores sicoanalistas que Freud, los culpables de los traumas de la niñez no son ellos y sino los  maestros. Es como tener a Judas Iscariote de fiscal  en el Vaticano. Imaginen una sociedad con médicos que odien la disciplina, fiscales que deprecien la moral; maestros que fueron malos estudiantes o directores de centro que odien a los maestros porque los suyos “fueron duros con él”, es para allá que apuntamos, ¿se atreven a dudarlo? Pensar que el precipicio está frente a nuestras narices, es como para perder la energía de escribir. Y es que el nivel de idiotez ha llevado la inversión de valores a niveles por detrás del estado del mundo cuando el apóstol Pedro pidió ser colgado cabeza abajo, porque la inmoralidad era tal que a lo malo lo llamaban bueno y a lo  bueno malo.

Ciertamente, “Si existe una palabra que expresa clarividentemente la figura de lo "simple", de lo "particular", o de lo "único", es la palabra idiôtés ("idiotez", "idiota"), término que, por derivación, designa la persona privada de inteligencia o al ser desprovisto de razón”.
 (Bárcena, Fernando; 2015)2. Imaginen una epidemia en la que el enfermo no sabe que lo  es y por ende desprecia cualquier índole de tratamiento. Es lo que pasa con los idiotas, son incapaces de razonar, mientras más le hablas más cruelmente reaccionan porque carecen de comprensión, ¿qué va a comprender el que nunca ha leído un libro completo en su vida?, no analiza a profundidad, su mundo es superficial, entretenido, rápido en el sentido que concentrarse le provoca migraña; como si le faltara ese código que solo una sociedad equilibrada y consonante con el humanismo del renacimiento y el iluminismo de la ilustración pueden solventar. A saber, el  idiota no solo ignora que lo es, para él, el que piensa es su enemigo; tan peligroso que debe apresurarse a apedrearlo antes que le señale con el dedo.

Pero  bien, los sofistas precisaron del contubernio de las polis griegas para combatir la iditēs  e  incluso, la propia educación nació y sobrevive de la  mano de las clases dirigentes desde el  primer pedagogo, pasando por La Escolástica, Salamanca y Rumania. Recuerden que el mismo Estado estadounidense, válida la redundancia, tan culpable de nuestros males sociales con su colonialismo cultural como nuestra vergonzosa transculturización, tomaron cartas en el asunto cuando los movimientos de cadera de Elvis Presley alborotaron la  juventud, y en otras oportunidades aplicaron normas para reducir al orden las palabrotas y letras malsanas de algunos artistas más enamorados del espectáculo que del arte, la cultura y la educación, puesto que, si bien el arte es y debe ser libre, la  libertad le sirve para contribuir a que este mundo continúe siendo un lugar habitable para los seres humanos no para promover que el relativismo, el libertinaje, la  falta de juicio y el sexo y el  exhibicionismo como mercancía de consumo manden al trate el trabajo de grandes pensadores latinoamericanos como Martí, Bunge, Rodó, Bonó, Espaillat y tantos otros.  

La degeneración y vuelta a la barbarie que llueve en las redes sociales, en la música y videos que escuchan y observan nuestros niños y jóvenes, el desprecio hacia la figura del maestro, la contaminación auditiva, so pena de que te condenen a soportarla las veinticuatro horas del día si osas pedir auxilio, la  creciente impotencia de muchos padres para corregir a los hijos, sobre todo los padres que si fueron buenos estudiantes, porque de odio a la educación se trata; ameritan del  trabajo combinado de nuestra sociedad, de una vista pública urgente, de un llamado a la conciencia que incluya a la NASA y ROSCOSMOS de ser preciso, para que un nuevo nacimiento nos devuelva los siglos de oro perdidos, los conocimientos tirados a la basura por esta generación insensata, incapaz de amarse a ella misma, mucho menos amar al prójimo. Ya que “Solo conozco un rol para la juventud. Es el mismo en todos los tiempos. No cambia, porque precisamente el rol de la juventud es cambiarlo todo. Hacer las cosas mejor que antes e impregnarle a ello felicidad y fuerza.” (Yaicelín Palma Tejas, 27 años)3.

No creo que exista mejor forma de concluir este devaneo ontológico a modo de ensayo que los siguientes versos de Bertolt Brecht (Augsburgo, 10 de febrero de 1898-Berlín Este, 14 de agosto de 1956): "El peor analfabeto/es el analfabeto político./Él no oye, no habla/ni participa en los acontecimientos políticos./No sabe que el costo de la vida,/el precio de los frijoles, del pescado,/de la harina, del alquiler, del calzado/y de las medicinas/dependen de las decisiones políticas".

 

Randolfo Ariostto Jiménez es poeta, narrador y ensayista, Record Guinness de Lectura y Embajador del Idioma Español de su País para el  Resto del  Mundo por la Fundación César Egido Zapata y el Museo de la Palabra de España.

 Referencias: 

1-Ventura, Dalia. El curioso origen de la palabra idiota” (y por qué hay quienes creen que valdría la pena recuperarlo), BBC News Mundo; 10 septiembre 2023. https://www.bbc.com/mundo/articles/cw0w0l732ego.

2- Bárcena Orbe, Fernando, “La diferencia (de los idiotas)”, Departamento de Teoría e Historia de la Educación, Universidad Complutense Madrid, Madrid, España. fernando@edu.ucm.es, 2015.

3- Rojas, Alejandro; ¿Quiénes son los jóvenes de hoy? Una generación sin límites”, UNICEF, 12 Agosto 2020. https://www.unicef.org/cuba/historias/quienes-son-los-jovenes-de-hoy-una-generacion-sin-limites.